Hoy hace cuatro siglos del 16 de febrero de 1600, día en que la Iglesia Católica ejecutó al filósofo y científico italiano, Giordano Bruno, por el crimen de herejía.
Durante toda su vida Bruno defendió el sistema copernicano de astronomía, el que coloca al Sol, no a la Tierra, en el centro del Sistema Solar. Se opuso a la autoridad embrutecedora de la Iglesia y rechazó abandonar su creencia filosófica a lo largo de sus ocho años de encarcelamiento por las inquisiciones veneciana y romana.
Algo parecido volvió a pasar en 1633, cuando la Santa Inquisición sí logró forzar, a un ya envejecido Galileo, a retractarse de sus ideas heliocéntricas, bajo amenaza de tortura.
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